La noche que escuché Procession por primera vez, llevaba dos días de muerto. Alguien tuvo el magnífico detalle de ponerla en su celular, mientras tomaba café de olla, fumaba un cigarro y sonreía mientras leía uno de mis (malos) poemas. Diría que nunca olvidaré esa imagen, pero ¡qué va! a estas alturas de la muerte muy poco importa recordarlo.
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