27.3.16

Carta Blanca 17



Vamos a ver señito, dejemos las faenas y recapitulemos: lo de nosotros es políticamente incorrecto. Con el paso del tiempo la cosa amorfa a la que llaman vida nos ha colocado canitas en la cabeza -y panza, y un sentido del humor maloso- y a uno frente al otro, nos colocó en un lugar donde somos sui generis a la hora de tomarnos de la mano -y de los pelos, y de la mano, y de los pelos otra vez-. Estamos hechos para ser unos hijitos de la chingada, para ver películas, beber mezcal, ser malos anfitriones, besarnos la palma de la mano y decirnos cosas bonitas y groseras al oído. No te culpo si tienes tus fantasmas, yo tengo los míos y de vez en cuándo salimos a platicar y a patear buzones repletos de cartas decentes, no te alarmes, quiero decir que si me presentas a los tuyos voy a vestirlos y arroparlos y a ponerles nombres raros y enseñarles a darte besitos en la nariz.

Ahí tengo tu chicle rojo, como punto suspensivo. Aquí tengo una vuelta de tuerca en el bolsillo, déjame encontrarla, para esta película de diez meses. Si me preguntas por qué no tengo una corcholata de una Carta Blanca es porque la guardaría en caso de que las cosas hubiesen salido terriblemente mal y ya ves que no es así, el cuarto ya estaba amueblado cuando vine a visitarte con un 'te quiero', Paolo/Carlos/Santiago ya estaba sentado en el balcón de tu memoria y me saludó con un 'te estaba esperando ¿Por qué tardaste tanto?'. Es que no encontraste mejor manera de hacerme el corazón pasita que diciéndome 'quiero estar contigo'. Perdón, la vida me ha educado a bastonazos y me cuesta recibir ese tipo de pájaros en el rostro sin imaginar que quizá sean bolas de baseball, no hace falta decirlo, soy un malnacido tirando piedritas al agua contigo. ¿Te sabes el chiste de los helados Holanda? Te lo cuento ochocientas veces para que no pares de reír, hasta que te salgan conejitos de las orejas y nos ayuden a recibir todas las primaveras que se puedan. Pago el precio de tenerte con las uñas pintadas, aunque me digas que están bien, que te gustan mucho.

¿Que porqué te cuento todo esto? Bueno, haz de cuenta que un día estás sentada viendo árboles correr a la orilla de la carretera y todo se va quedando atrás, y de pronto suena tu nombre y alguien te dice 'a dónde vamos' nada te importa y para el final de la noche te están pidiendo un beso en la oscuridad, después te vuelves alquimista y por generación espontanea comienzas a dejar piojitos en la cabeza de ese, quien te nombró. Me cuesta hacer este viaje, pero ya tengo mi corazón mapamundi en la brújula de tus manos. Que chingue a su madre Sabina, nadie me va a robar otro mes de abril si pongo todo lo bueno que me queda en tu cabello-bola de pelusa.

Lo siento doña pucheros, no estamos hechos para cumplir las expectativas de la gente, somos políticamente incorrectos, somos ese espacio sin ocupar en todas las salas de cine del mundo, unos groseros, una estación -la más bonita y rara de todas- donde el chuchú de la vida ha hecho escala, esperando a que termine de quererte. Que se espere, no me importa llegar retrasado hacia la muerte, y aún tengo ocho mil cartas por escribirte [Sono belli i trenini che facciamo alle feste, vero? Sono i più belli del mondo... perché non vanno da nessuna parte]. Aquí estoy, ya comencé, y si el mundo quiere seguir girando tendrá que hacerlo con nosotros o no girará. Te veo en la semana, asegúrate de llevar tus ganas de joder a la gente, tus gafas negras, y procura no criticar mis lentes de naco, son los únicos que tengo y me permiten ver tu boca sin que lo notes, cuando hablas, de reojo, en silencio, antes de comer y después de persignarme. Concluyo aceptando una cosa más que evidente: nadie me ha enseñado a decir todo lo que te he dicho, pero qué va, cariño... te quiero.

1 comentario:

Unknown dijo...

Felicidades señor...!
Un gran abrazo, espero darle voz un día a sus escritos si es que me concede el honor...