14.11.18

Carta a Cosmopolitan


A quien corresponda.


Muy estimados amigos, miembros del equipo editorial de la prestigiosa y longeva revista Cosmopolitan: escribo este mensaje con el afán de solicitarles algo que seguramente atenderán a la brevedad por lo urgente de la situación, y por tratarse de un tópico que refiere a la vida de quien les redacta este humilde texto. Estoy seguro de que tomarán cartas en el asunto con la importancia que se merece.

Hace unos días estuve de visita en una tienda de autoservicio y me puse a ojear una de sus revistas, he de señalar que la calidad con la que realizan su trabajo es tremenda y que seguramente cada uno de ustedes, quienes la integran, son personas de altísima capacidad, sin embargo, en uno de los apartados de la publicación pude leer algo que me alarmó de sobre manera: Según el horóscopo chino que nos hicieron el favor de publicar, yo soy dragón y la mujer con la que me casaré es rata. La compatibilidad de nuestros signos dependen directamente de mi grado de fidelidad y eso, según expertos citados en la publicación, es muy poco probable con tipos como yo, que nacimos malditos con el signo de la lujuria y el gusto por las cornamentas. Me preocupa, porque no quiero perderla. Ella que confía en mí, y que hasta me considera un tipo interesante, no sabe lo que el horóscopo chino está dispuesto a contar. ¿Cómo le explico que la cultura Chop suey se equivoca y que en ella, en su nombre, en su cara, en sus lunares, encuentro todas las canciones de Luis Miguel digeribles y hasta bailables? ¿Cómo le hago saber que los juguetes que tuve en la infancia me orillaron a confiar más en los niños esclavos de Taiwan que en un maldito "made in China" y que bien puede ser la revancha de un grupo de asiáticos anti-nupcias?. No quiero llegar del trabajo un día, entrar a la cocina y verla sentada en el comedor, en silencio, con la mirada vidriosa y los ojos hinchados de tanto llorar, para luego decirme "siéntate, quiero hablar contigo", porque entonces tendría que sentarme y preguntarle "¿Qué pasa, mi vida?". Ella me pasaría su Cosmopolitan y me pediría que lea letra por letra lo que la compatibilidad rata-dragón describe. Yo me quedaría absorto, sabedor de que lo inevitable me ha alcanzado, y aunque nunca pensaría en serle infiel, no habría argumento sostenible para refutar un combo Cosmopolitan-Sabiduría China. Entonces mi vida terminaría con un "¿Tú lo sabías, Fabian?", salido de su boca.

Ella no lo sabe, y a ustedes poco les ha de importar, pero mi temor por perderla radica en que por sí sola, por estar, es todo lo que mi vida necesita, mi pareja de baile y la diana en donde dejo caer los piropos dominicales. No quiero verla llorar y, por supuesto no quiero que una bola de chinos locos vengan a decirme que lo nuestro no puede ser. Es importante decirlo: no le platico mucho sobre lo increíble que me resulta el lucero negro de su mejilla, o lo bien que le va ese tinte en su cabello, porque me conoce. Sabe que soy un tipo sencillo y mi cariño se lo doy cuando escribo sobre ella, cada que vamos a reuniones con sus familiares, o cuando dejo de ver los partidos del Cruz Azul para ir al cine por una nueva película de Nolan, tomado de su mano.

Mi vida comenzó a finales del 88, pero el destino comenzó a correr para alcanzarme ocho años después, en el 96, en un sitio donde no pertenezco con una mujer a la que decidí pertenecerle, con la primer carta que le escribí y que aún conservo y para leerle el día de nuestros votos. Les anexo el brevísimo texto, para que se den una idea:

"Este es el primer día de mi vida. En tus ojos habitan los únicos testigos del último acto de valentía al que un hombre pueda someterse frente a ti y esa pistola cargada que traes por sonrisa. Después de esta declaración, sabrás que me gustas mucho y que quiero todo el cariño que puedas ofertarle a un tipo como yo, que está dispuesto a lo inimaginable por una caricia tuya o por un beso en la frente. Si me das la oportunidad prometo ser tuyo, aunque no sea perfecto; prometo decirte las cosas tal cual: que quiero verte contenta, que quiero ser el docente de tu indecencia, que quiero decirte todos los días qué tan bien se te ve esa blusa, esa falda negra, que te ves más bonita en ese vestido que la festejada -cuando nos toque ir al cumpleaños de cualquiera de tus amigas-... entonces no habrán excusas y nos miraremos a los ojos, solo en ese momento comprenderás que no nací para una reina sino para adorarte y ser feliz habitando tus tardes de domingo, haciéndote de comer, sembrando piojitos en tu cabeza mientras duermes, calentando mis manos para ponerlas sobre tu vientre doce veces al año, cariñito distante. Entenderás, por fin, que la vida se encuentra rodeándonos desde aquella tarde en la que viniste en pijama, con tus tatuajes, a tocar la puerta de mi querer, y yo te abrí con la esperanza de que fuera la muerte. Pero no. Ahí estabas, como una especie de testigo, observando cómo la fiesta de mi vida comenzaba desde que supe tu nombre".

Me asusta, me parte en dos, como un perro en fiestas patrias, saber que un día el horóscopo de esos malditos, expertos en gimnasia artística, volcará en contra mía y mis ganas pendejas de envejecer con ella, solo porque Marte no estaba perfectamente alineado con Neptuno, aunque el ascendente en Venus estuviese en la posición justa para que ustedes vengan y despedacen años de esfuerzo por sostener una relación que, si bien no es perfecta, le otorga funcionalidad a nuestras vidas. No quiero que ella, días después de mandarme al diablo note que su exnovio hippie de la prepa, cuyo signo es Perro, solo por haber nacido en el maldito 1994, sea su pareja ideal y considere con la seriedad como con la que redacto esta carta, volver con él a vivir una vida haciendo pulseritas y tocando el yembé en alguna playa de Cancún o Playa del Carmen. Tomen en cuenta lo que les digo, por favor y no hagan pedazos la única cosa que tengo en la vida que no merece ni una queja. Escribo esto desde el baño de mi departamento, con cierto enojo y frustración, pidiéndoles clemencia: no vuelvan a publicar semejantes cosas. Se los pide de favor alguien que ha seguido sus consejos sobre decoración y que han hecho de este espacio en mi vivienda un lugar agradable y sumamente chic, aunque sepa -y seguramente ustedes también- que solo sirve para tomar un baño, cagar y ver videos de gatitos tocando el piano.

Reciban un cordial y sincero saludo. Fabian Herllejos.




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