Mi vecino de nombre Carmelino López Cruz, alias "el gordo", no ha dejado de llorar todo el perro día y ya me tiene hasta la madre. Carmencita, su hermana, le ha estado diciendo a repetidas ocasiones que se deje ya de cosas. Carmencita tiene cinco y me da ternura cómo consuela a Carmelino, que no ha de superar los cuatro años de longevidad. El gordo llora porque no encuentra su Max Steel, y sin él no puede guiar a su ejercito a invadir la banqueta del vecino, ni a destruir ningún tanque imaginario.
El problema de Carmelino es que no entiende que hoy está experimentando, por primera vez en su vida, la perdida, el adiós de algo que le gusta mucho y no asimila que tiene de frente el vacío de algo que ocupaba la felicidad en forma de un muñeco mamadísimo y guapo. Él llora y Carmencita ya se hartó de consolar a su hermano. Los dos centímetros que hay entre su boca y su nariz tienen, como canal comunicativo del dolor, un río acaudalado de mocos y mugre. Las mejillas tienen la salinidad de la tristeza, y sus ojitos hinchados suplican desde la infancia que vuelva eso que se ha ido. Me da tristeza, me acerco bondadosamente y con un tono paternal me dirijo a la criatura.
—¿Te gustaba mucho tu Max Steel, hijo?
—S...s...shi... — me dice con espasmos y sin hablar bien.
— En la vida habrán cosas que irremediablemente vas a perder, nene. No te desanimes, el dolor siempre pasa, el padecimiento siempre pasa y cuando menos te lo esperes eso se va convirtiendo en cierto resentimiento... Tal vez odio.
— Dishe mi mamá que chi no dejo de llodad che lo va comer el pedo.
— El perro no se lo va a comer, pero es probable que tu Max Steel ya esté en la basura.
—...— no dice nada aunque empieza a hiperventilarse con ganas de querer soltar el llanto, pero antes de que lo haga lo interrumpo.
—Cuando crezcas vas a comprender el significado de la palabra "Consecuencia", gordo. Todas esas veces que tocas a mi puerta por las mañanas, todas esas veces que me has despertado con madrazos en la puerta, para luego salir corriendo mientras ríes también tienen consecuencias y aquí las tienes —Le digo amorosamente mientras me levanto con una sonrisa y le juego un poco su cabellito feo.
Un general de la división de infantería imaginaria me observa, está ahí sentadito, guapo y mamado en mi escritorio. Me observa beber una cerveza mientras escucho un himno a la venganza en voz de Carmelino, y me sonríe casi con maldad. Levanto mi carta blanca y brindo con toda la humildad del mundo.
1 comentario:
Me encanto jajaja puedo leer una y otra vez ��
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