12.3.14
No viernes y ni vendrás
Sí, volví a recaer. Te escribo sin ganas de una respuesta. A veces se me olvida que, corriendo juntos, te dejaste caer y nunca aprendiste a mancharte las rodillas para tomarme de la mano. Estas cosas pasan y por su puesto, como buen tonto, aprendí con el tiempo que estando en el suelo uno no aprende a volar.
Las cosas van y vienen, pero contigo siempre se irán. Un todo, un mil novecientos ochenta y ocho, un sombrero de copa chica por las calles de Guanajuato y las ganas de amanecer cuidando que tu cabello no se enrede entre mis almohadas.
No me cuesta creerlo, créelo.
Uno encuentra sus manías en las cosas imposibles, y heme aquí, con una dosis diaria de desvelo, un vaso de café y la incansable Chavela en las bocinas, invocando un olvido que se ve lejos, lejos. Debería decir algo profundo para ponerle final a esta nota (des)informativa, pero me niego, porque no soy objeto del deseo literario de nadie, porque no tengo la obligación de gustarle a quien me lee y quien lo hace, en este rincón olvidado por todos, lo hace bajo su propio riesgo, incluyéndote.
Querida, ya está listo el café ¿Una o dos de azúcar?
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