27.12.16

Ruta 44



25 de diciembre:

Voy en un colectivo vacío, rumbo a casa de mi familia, y voy leyendo a toda madre un libro que no es especialmente bueno, pero sí lo suficiente como para que decida terminarlo. El colectivero se da cuenta y, no sé si es por educación o por aburrimiento, le baja volumen a su música, y agradezco con un gesto.

Todo bien, todo es paz y armonía durante dos cuadras. De pronto se sube una señora, como de unos 50 o 60 años, y decide sentarse junto a mí, pudiendo sentarse en cualquier lado. No pasa nada, es incómodo pero el libro está bueno, a darle. Entonces la señora saca una de esas armas filosísimas, que son los celulares cuando contienen reggaeton o banda en la memoria, y embate con todo el odio y todas sus frustraciones y todo el volumen que su flamante Samsung J7 le permite. "Aaaadiós amoooor, me voy de ti, pero esta vez para siempreeeee. Meirésinmarchaatrás porqueseríafatal..." entonces interrumpe mi lectura y siento como si una mula me hubiese pateado, con fuerza asesina, las nueces. Volteo a ver su moreno y sudado rostro, su boca pequeña cantando casi en silencio. Algo me nubla la vista y de pronto un flash.

**
—Señora, disculpe ¿Puede bajarle volumen a su música?
— Ya vas, putete. No le voy a bajar ni madres. Mejor bájale de huevos tú.


No sé qué hacer. Me quedo petrificado.

—Ok, disculpe la moles...

Entonces me calla de un chingadazo.

— Bájale de huevos, puto. Ya te dije ¿No vas a entender?

Intento levantar la mano para secarme la primer lágrima, pero ella lo interpreta como señal de amenaza y me cierra el ojo de un codazo. Grito y el chofer pregunta "¿Qué está pasando allá atrás?. La mujer mete la mano en su morraleta, de entre las verduras saca una navaja, y trata de cruzarme; yo, mucho más joven y más guapo y más ágil, me adelanto a su movimmiento, le doy un puñetazo en la nariz, se aleja y comienza a sangrar "Hijo de perra, hijo de perra" dice mientras se va recuperando. El colectivero vuelve a preguntar qué pasa, esta vez más alterado. "La pinche viejita me quiere filerear" -digo-. Error grave. Me descuido un instante, luego detrás mío siento una voz que me susurra al oído "viejitas tus nalgas, perra", acto siguiente siento el frío del metal entrando y saliendo en repetidas ocasiones en mi costado. Todo ha terminado para mí. Mientras caigo escucho su risa de abuelita amorosa, y solo puedo pensar en la imposibilidad de no poder despedirme de mis seres queridos. La vista se me nubla otra vez y de nueva cuenta un flashazo.
**

Ella se da cuenta de mi mirada, voltea y me dice "Hace bastante calor ¿verdad joven? ¡ay disculpe, está usté leyendo! Ahorita quito mi cochinada esta". Entonces le sonrío, le digo que no se preocupe, que me gusta esa canción, y nos vamos en silencio: ella feliz escuchando su música y yo esperando su primer ataque.

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