Ahora que el tiempo ha pasado corriendo en silencio, he decidido escribir por las noches un montón de cosas que me dejan el sentimiento de poder dormir en paz, como si todo lo que nunca pude contar se me desbordara del pecho porque ya no tengo espacio para almacenar las palabras que dejé en el silencio de la timidez. Todas esas cosas que se acumulan con los años me han convertido en todo lo que ahora soy, como si fuesen una carga que la cotidianidad deja reposar sobre mi espalda y no hay otra manera de dejarlas caer que escribiéndolas. Con el paso del tiempo uno se da cuenta de la gravedad que traen consigo las palabras que no salieron nunca de la boca, hay días en que el peso de todo lo que nunca dije me vence y me mantiene en la cama, quieto, como un niño que no quiere ir a la escuela en día lunes, es una especie de dolor arraigado, algo que está ahí y se va galopando después de dormir muchas horas de manera ininterrumpida. Hoy no fue la excepción, flaca.
No lo esperaba, pero hoy desperté con las ganas de dibujar y comencé, poco a poco, a trazar líneas sin una idea específica. Entonces viniste a mí, con el recuerdo de aquel dibujo que te regalé hace algunos años. Comencé a pensarte, flaquita, como no te había pensado en mucho tiempo, lamento esta falta de tacto para decírtelo después de tanto, pero aquí me tienes, escribiéndole a tu zurda haciendo garabatos en una libreta, a tu sentido del humor maloso, a la distancia que siempre guardé entre tus ojos y el agujerito en tu mejilla derecha. Flaca, farito de mar, esta mañana de sábado la vida me descubrió sin ti y no sabes cuánto me desespera el mundo cuando no tiene respuestas cuando pregunto por ti y tu paradero. Imagino entonces que eres feliz, que todo este tiempo la vida te ha sonreído, que no hay un solo cabrón que te haya opacado la sonrisa; te imagino sentada, cansada a veces pero en paz, con la fortaleza con la que no despierto en días como este ¿Te acuerdas de la noche en la que jugamos con los dados de castigos? Aquella noche comprendí mucho de la vida que hoy arrastro: Nos tocó el castigo de un beso, me acerqué a ti, y con toda la pena del mundo supe que no podía hacerlo, me acerqué lo suficiente para que todos creyeran que había pasado, aunque tú y yo sepamos que ese beso jamás ocurrió, me alejé un poco y los dos fingimos un poco de pena, como si aquello se hubiese prolongado veinte minutos o un año entero, quién sabe ¿Es muy tarde para arrepentirme, flaca? ¿Es muy tarde para decirte que hoy te pienso, desde este escritorio, con un cigarro de testigo?
"En defitiniva: No estás
lo hago evidente para que sepas
la falta que haces en mis días
y poder levantar una denuncia
en contra de todas las casualidades
que no te traen a mí"
La costumbre de escribir tu nombre sobre mi poema favorito no se me ha quitado y he encendido otro cigarro ahora que me doy cuenta. Lo admito: tu boca tiene la medida exacta para toda esta nostalgia y la mía sigue siendo la de aquella noche, la de las ganas de besarte aunque sea la mejilla. No quiero parecer pretencioso, flaquita, pero si no es con la verdad ¿Con qué otro motivo regresaría para decirte esto? Yo sé que no entiendes todo, pero hay preguntas que no necesitan de una respuesta; yo sé que no te gusta quedarte con las dudas, pero hay de dudas a dudas y estoy seguro que esta no te matará, si ya sabes que no soy un tipo de buenos consejos, ni grandes misterios ¿Para qué preguntarme? Disculpa las fachas con las que escribo todo esto, lamento decirte que por el momento no tengo planes para dejar de pensar en tu cabello largo, acostumbrado a caer como tinta que se diluye en vísperas de tu espalda. Hoy estoy medio derrotado y medio valiente, con un pie en la lona, pero con todas estas palabras entrando, necias como quien las escribe, por tus pupilas; no hagas mucho revuelo flaca, no voy a firmar esta carta, ya sabes quién soy ¿Lo sabes, verdad?
Para que veas que no te miento: otros van a decirte lo de siempre, yo no vengo a pedirte cosas imposibles, sé que esta es la ruleta rusa, que soy el número cinco en la lista de los que se sientan a jugarla, que el cuarto ha jalado el gatillo y que soy yo el que va a volarse la sien. Solo falta tu mano delgada, un chingadazo en mi cara y tu voz diciéndome "Ya estuvo, deja de hacer pendejadas y vámonos a tomar una cerveza. Lo conseguiste, voy a la casa, me cambio y te veo a las ocho y media. Puntual o para la siguiente dejo que te mates con tu chingada suerte". No son cosas imposibles, te digo, es solo cuestión de arriesgarse, de tirar la moneda al aire, de quererte como no te imaginas: sin vergüenzas, con tus labios carmín y tus intenciones más negras que el rimel que te adorna la mirada. Este es el veredicto de cualquier condenado en tu nombre, todo lo demás es pura falacia. Que nadie venga con un discurso vacío a querer tomarte de la cintura, para después soltarte a la menor de las oportunidades; ya lo ves, flaquita, este es mi oficio: no sabes lo difícil que es vivir con tu lejanía, y tener que escribirte partiendo desde la fe. Uno aquí con el corazón entristecido y el canon allá, esperando algo para comer.
Una vez te dije que escribirle a quien te roba el valor no es cosa simple, porque no le escribes a la gente, no es la gente la que importa. A eso voy, a lo complicado de tener que enfrentarse a un punto ciego, ahí donde no hay nada que nadie pueda hacer por mí.
Órale flaca, vete enterando, vete haciendo a la idea. Ya estoy grande y comprendo que los temores son para los mocosos. No debiste partir de esa manera, sin saberlo, pero pues ni modo, me resigno a decírtelo desde mi escritorio, como un pequeño cobarde que se esconde tras la distancia. No te preocupes por lo que pase cuando nos veamos, ese es asunto mío, tú solo acepta vernos y que lo demás sea lo de menos.
Nada me ha costado tanto como escribirte todo esto. No se me dan los buenos finales, no sé escribirlos, imagino que a los veinticinco podré hacerlo mejor, cuando ya no quede nada de esta tristeza, cuando hayas culminado la universidad y yo me despierte feliz y tú estés feliz, quizá con un hijo, o yo con un hijo. Vernos y sonreir, quedarnos con la idea de que esta carta fue entregada y bien recibida, y sin que nadie lo sepa, en una mesa con todos los amigos, dejarnos caer en una sonrisa complice, como aquella noche con los dados y el beso, sin que nadie sepa el crimen que estoy cometiendo en contra de las probabilidades, sonreir y brindar, por las cosas que cambiaron con nosotros, pero más importante aún: por las cosas que nunca lo hicieron. Hasta aquí queda mi valentía, flaquita, amenazo con volver. Eso es todo, sigue como te imagino: feliz, te veo pronto para ir por esa cerveza.
Tuyo, tuyo, tuyo:
Yo.
Yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario