Lo acepto. De estas clases de vuelo, aprendí que no hay suficientes plumas en tus ojos, ni despegues en tus labios. Las alas se te cansan a los pocos aleteos, y yo con las ganas de levitar cien ratos entre las espesas cortinas de la lluvia.
Esta noche puedo confesarme conmigo mismo: cuando llegaba a casa sobrio, siempre me encontraba con este hueco terrible, ese vacío dentro de mí, pensaba que era el efecto depresivo de cada copa, cada fotografía tuya, cada pastilla que ha pasado por mis manos -después de ti-. Hoy sé que carezco de algo, hay un 'no se qué' que no está, que tenia, y me hace falta.
Quiero llorar, pero hay momentos en la vida en que uno se arrulla, se toma de la mano o debe verse al espejo y decirle al reflejo que todo va a estar bien, que no vale arrodillarse, que la vida sigue aunque no estés en ella. Tengo ganas de sentarme a redactar algo que te diga "Me haces tanta falta", que suene a mí, que tenga mi voz y que sea un susurro al oído, algo que te haga volver, aunque finjamos que nada ha pasado, aunque sepamos que algo se ha oxidado y que no hay forma de repararlo. Vivir un poco descompuestos, un poquito cojos, un tanto reparados, tan imperfectos como podamos, pero juntos, pero contentos, pero encendidos. Tal vez fue el bar con sus nostalgias, con sus cuerpos vacíos, con sus pretextos, los que me dan esta imagen más mía que tuya, más absurda que este cariño que te guardo.
Te tengo, entonces; aquí estas, entre el humo, entre las conversaciones que me limito a no entender, entre pensar y recordar que sólo estoy solo, aquí, en este escritorio, o rodeado de meseras con malos hábitos, mesas absurdamente vestidas, de un sin-ti irresoluble y ridículo, con una carta para ti, con mis confesiones de derrota que, como clientes, entran, toman y se van sin siquiera alzar la vista. Llegué a casa ebrio, un poco roto, un poco cansado de la vida, y recordé el porqué de ese vacío: estoy triste y llevo bastante tiempo así.
Te quiero tanto... Me haces tanta falta.
3 comentarios:
También estoy rota, triste y casi vacía. Pero lo mío tiene cura, con unas cachetadas se me quita. O eso quiero creer. O eso quiero pensar. No sé.
Son palabras que se que se quedan allí, donde la voz se estanca.
Justo donde hace nido el silencio en la garganta.
Ojalá yo pudiera salir de cualquier sitio para ir a tomar una copa y coronarla con su nombre, pero la verdad es que su ausencia me pesa tanto que ni mover el alma puedo
Publicar un comentario