14.6.19

Otra anécdota de colectivo



Me preguntaron si estaba enamorado, porque no he parado de sonreír en todo el puto día. Esta sonrisa, amigos míos, la tengo por una mujer, una mujer que se pasó chingando a la marrana en el colectivo, señora que hacía muecas a la hora de rolar el pasaje, que sentó sus anchas caderas y pronunciadas piernas encima de una viejita, señora que no paró de ejercer presión sobre el chofer a partir de oraciones que empezaban con "Inútil sos, colocho¹" y derivados. Esta sonrisa es porque al bajar, después de pendejear al chofer por última vez, a la señora se le quedó la chancla dentro del colectivo. El chofer, que al parecer no era ningún pendejo (y si lo es, es uno muy perverso), cerró la puerta y abriéndose paso entre un sonoro "¡hey pinche inútil, mi chancla!" Emprendió la marcha sin mirar atrás. Esta sonrisa, no me queda duda, la comparto con los otros ocho pasajeros que seguramente se sienten en paz, satisfechos, y tienen como trofeo la imagen de la chancla duramil en el pasillo de ese colectivo. Buenas tardes.





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¹Colocho: Persona de cabello rizado.

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