El nuevo inquilino se armó una peda monumental hace cuatro días y repitió 14 veces Guadalajara. El pinche mariachi de Tecalitlán era la orquesta de ese Titanic que fue mi vecino, y que se hundió entre gritos muy mexicanos y cerveza Sol, a eso de las dos de la mañana. Por un momento creí que mi vecino era algún migrante deportado, y que su festejo era por haber vuelto a su país o yo que sé. Traté de encontrar la manera de justificar su peda patriótica en abril o de inventarme sus razones.
Hoy el mismo vecino me despertó a las siete de la mañana, cantando con dolor profundísimo Las Nieves de Enero, en voz de Chalino. Siguió, entre aplausos y risas con Suavemente, de Elvis Crespo, y ahora está cantando una mamada que habla de balas, viejones, fierros, gente encapuchada y parientes al millón. Canta, aplaude y hasta llora, sentado afuera de su departamento, en pleno pasillo, con su Cervecita fea en la mano y su torso desnudo. Lo veo sufrir y no sé si bebe por gusto o por inercia, no sé si sus ojitos vidriosos y negros son reflejo de un dolor que le ha provocado las lágrimas o son la consecuencia de haber inhalado cristal. Los vecinos lo saludan y el solo responde diciendo Salud. Eran las siete de la mañana y, aunque comprendo que el vecino sufre como un animal herido de la pata, mis ojeras y emputamiento me hicieron comprender que la eutanasia debe ser un derecho humano, que su costo no debe rebasar lo que vale un cartón de cervezas culeras y que la duración del trámite no debería tardar más de lo que dura una canción del Grupo Firme. Buenos días.
1 comentario:
Primera vez que visito tu blog. Saludos, Fabian!
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