Hoy acudí a un centro de trabajo para hacer una verificación. Antes de entrar al domicilio saludé a un señor viejo, moreno y con un par de brazos que hacían juego con lo que estaba haciendo: un muro que convertiría el patio en garage, el del centro de trabajo. Sus tatuajes tenían esa estética que le advierten a uno no hacer alguna pendejada.
Al entrar hice las preguntas de cajón al dueño de la empresa y cuando pregunté su nombre algo pasó en mí, no sé describirlo:en el momento en el que terminé de escuchar la última sílaba de "Soy Larry Gastón Niño Prieto", mi mente ya había maquilado treinta y siete perras formas de joderle la vida. Este cabrón debe ser mi amigo, Larrysa que me cargaría todo el tiempo, pensé, y entonces no pude contenerme, me cagué un poquito de la-risa, un microsegundo. Ante la interrupción, fingí que fue un estornudo, no sé si me creyeron, pero tuve que salir sin perder la compostura. A las afueras del domicilio me puse a tomar unas fotografías y me encontré con el albañil de la puerta, que estaba, al parecer, en un descanso breve. Nos saludamos y tuve la conversación más corta que he tenido en años.
— Buenas tardes ¿Ya casi queda?
— Sí, ahí va quedando. Ya le falta poquito, nomás que está cabrón el sol. Ranulfo, mucho gusto...
—... mucho gusto, soy Fabian...
—... sí jode el solecito, qué más quisiera que estar viendo el partido del Messi con una mi caguamita pero ni modo, hay que darle, aunque sea bajo el sol. Si de por sí está uno feo...
—Ánimo Ranulfo, aguanta a que baje un poquito más el calor. Y no creas, allá adentro me encontré a un cabrón que se llama Larry Gastón y ya mejor no de platico de sus apellidos. Eso está feo. A ese pelado le sacaron la tarjeta roja, antes de empezar esta final de Champions League, llamada vida.
Algo brilló en sus ojos, y pude notar que las venas de sus potentes brazos se hincharon. Ese es mi hijo, dijo serio y en un tono que olía a mínimo dos chingadazos. No dije nada. Me levanté, me sacudí el pantalón y con una reverencia entré al domicilio a concluir mi visita y retirarme.
En el camino a casa, escuché por la radio que el Real Madrid le pegó una putiza al PSG. Qué bueno, pensé, perdió Messi. Pinche Ranulfo mamón, la caga, pensé. Y ya mejor no dije palabra alguna por el resto de la pinche tarde.
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