23.1.23

Dos cosas


— Oye cabrón ¿Alguna vez le pusiste nombre a tu pene?
— ¿Nombre?
— Sí, tu sabes. Esas cosas de secundaria que haces porque sí.
¿Ponerle nombre a tu pene, solo porque sí, en la secundaria? Brother ¿De qué chingados me estás hablando?
— Olvídalo, solo quería hacer plática.
— Menos mal.
— ... La mía se llama Cecilia. Es un bonito nombre.
— Hermano, dos cosas: La primera, no sé de dónde ni a qué va todo esto; la segunda, sí es un bonito nombre pero no se lo pondría a mi pene.
— ¿Cómo le pondrías, entonces?
— No sé, tal vez Daniel o tal vez Oscar. No son mis nombres favoritos pero nadie le pone su nombre favorito a su pene.
— ¿Por qué esos nombres?
— Básicamente existen dos personas en el mundo que me caen de la chingada con esos nombres, uno es un pendejo que conozco desde la infancia y que, hasta la fecha, se refiere a mí en tono de burla cada que tiene la oportunidad, es un don nadie promedio; el segundo es un pobre diablo que... Bueno, lo resumiré fácil: es el traidor más grande que conozco.
— Ponerle el nombre de tus enemigos a tu pene. Qué degenerado. Yo prefiero lo cordial, Cecilia es un bonito nombre, no me lo tomes a mal pero pero creo que un nombre bonito siempre otorga un plus. No me hagas mucho caso, si pudiera, hasta lo presento en una cama de lechuga o con trajecito. Bajo en la siguiente estación. Por cierto, me llamo Miguel.
— Mucho gusto, Fabian.
— Oye, me voy, pero busca ayuda, te haría bien, carnal.
— Lo voy a pensar. Gracias.
— Un gusto, mi estimado...

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