— ¿Hola? ¿Karli?
— ¿Para qué llamas?
— Disculpa, es que tengo un problema y no sé a quién llamar.
— No puedes estar haciendo esto. Terminamos hace dos meses.
— Lo siento , solo quería conversar sobre un problema
— ¿Qué pasa? ¿De qué se trata esta vez?
— Es mi jefe, tengo problemas en el trabajo.
— ¿Para eso me llamaste?
— Lo siento, en verdad. Mira, yo sé que nunca fui una gran pareja, pero a veces pienso en ti y es inevitable no marcarte para saber cómo estás, qué haces, qué hay de nuevo y bonito en tu vida. Son esos actos reflejos que a uno simplemente le cuesta dejar atrás...
— Entiendo, pero esto ya no puede estar pasando; ahora bien, lo que me preocupa es que aunque lo entienda a la perfección, no sé si estamos en sintonía, o sea ¿Tú entiendes eso?
— Sí, te lo digo con vergüenza. Lamento si te incomodo. En serio.
— Bueno, tengo pocos minutos, si crees que pueden servirte adelante. Te escucho.
— Mira , en serio, no es para tratarnos así. No estás obligada a escucharme.
— Obligada jamás, pero qué flojera escuchar tus tonterías sobre algo que ni de cerca me interesa.
— Bueno, entonces lo siento. Solo era eso... platicar. Disculpa. Buenas noches...
— ... Oye...
— ... Dime
— Discúlpame.
— ...
— Mira, las cosas no han sido fáciles y últimamente he estado bajo mucha presión y justo me agarraste en un mal momento. El hecho de que hayamos terminado no me da derecho a tratarte así y lo entiendo. Te pido una disculpa.
— No te preocupes.
— ¿Podemos retomar la conversación?
— No era nada importante.
— Por favor, no me hagas sentir peor, cuéntame. Era algo sobre tu trabajo. Anda cuéntame.
— Nada, era solo un pretexto, mi jefe ya se dio cuenta de que lo trato como un pendejo.
— Se tardó un poco ¿No crees?
— Es probable, pero así son los pendejos. No tienen un cronograma para agendar el descubrimiento de su condición. Lo normal.
— JAJAJAJA Siempre con tus cosas ¿Y lo sabe su mujer?
— No lo sé, pero algo es seguro: si no se ha dado cuenta puede que también padezca idiotismo.
— Jajajaja, ¿Cómo has estado?
— Solo, Karla. Inimaginablemente solo.
— ...
— No te sientas comprometida a decir algo. Es solo que a veces me da por marcarte, aunque muchas de esas veces termino por colgar antes de que salga la llamada.
— Ya debiste eliminar mi contacto. Esto no es bueno para ninguno de los dos.
— Lo tengo de memoria. Esa es la parte triste ¿Sabes?
— ¿Qué cosa?
— Saber que nunca recordaste mi número o mi fecha de cumpleaños...
— Siempre fui mala con esas cosas, lo sabes.
— No es un reclamo, es solo una forma de entender que a pesar de todo, de olvidarte a veces de mis cosas, tuviste tiempo para cuidar de mi padre cuando enfermó, o de mi madre cuando enterraron a papá. Y yo aquí albergo detalles que no pude quitarme de la cabeza, y es que lo triste se encuentra en ese punto, en estas formas que tienes de venir a mi cabeza por las noches, en forma de un número de teléfono o en forma de un recuerdo recurrente, casi siempre sonriendo.
— No sé qué decir. Me alegra saber que notaste todo eso, que no todo fue en vano, aunque las cosas al final no funcionaran.
— ...
— ... ¿y... y qué más me cuentas?
— Ya sabes, estos meses no han sido fáciles. Tuve uno o dos golpes de suerte en el trabajo y las cosas por fin toman rumbo, uno desconocido y un poco gris por todo lo que rodea nuestra ruptura, pero es un rumbo al fin y al cabo.
— Me alegra muchísimo, no todo, pero qué bueno que por fin encontraste, como dices, un "rumbo"
— Oye, me gustaría salir a charlar un día de estos, no sé, tal vez salir a tomar un café.
— No puedo, lo siento.
— ¿Es por tu trabajo? Puedo acomodarme a tu agenda
— Estoy saliendo con alguien más
— ...
— Lo siento, es que... discúlpame.
— No, no, no te disculpes.
— Es que...
— Insisto, no te digo esto para que te sientas mal o como para ponerte entre la espada y la pared, sino para que entender mejor las cosas. Comprendo el porqué no puedes ir por ese café y no sabes cuánto envidio a quien está contigo.
— No somos nada aún.
— Peor para mí, me siento como un idiota.
— No, por favor, solo nos estamos conociendo, ay dios. Es que no sé ni qué...
— Tranquila, mira no voy a juzgarte, no tengo ni una razón valida para hacerlo. Me siento un idiota por lo evidente, por lo que estoy siendo en este momento: un estorbo.
— No eres un estorbo, no quise decir eso, no digas eso.
— Karli, corazón, nunca adorné las cosas contigo y no pienso hacerlo ahora, seamos honestos y aceptemos que estoy siendo incómodo para lo que intentas con alguien más.
— Es que sé que es poco tiempo lo que ha pasado y me da vergüenza contigo, no sabes cuánta.
— No te preocupes, después de todo nada se puede hacer en estos casos ¿Cierto?
— Es que, si tan solo estuvieras en mis zapatos.
— No hace falta ser un genio para entender que todos somos independientes de elegir con quién estar, y lo entiendo, Karli, te entiendo como jamás lo había hecho.
— Dime una cosa ¿Me extrañas?
— Sí, todo el tiempo, chatita.
— Yo también suelo hacerlo, extraño el aroma de tu cabello al despertar, o la forma en como me decías Karli, a la hora de entrar al estudio solo para invitarme a cenar.
— Je, me gustaba hacerlo.
— ¿Qué nos pasó?
— Lo que le pasa a todos: cambiamos.
— Me parece que tú no lo has hecho y eso es lo que me intriga.
— ¿Por qué lo dices?
— Porque cada que llamas tienes esa forma particular de hacerme sentir querida, aunque hablemos, como esta ocasión, de algo que parece irremediable como lo nuestro.
— ¿Parece?
— Sí, parece. Haces que considere ir a ese café contigo.
— No sabía, lo siento.
— No tienes porqué hacerlo
— Claro que sí. Aunque quisiera no podría ir a ese café.
— ¿Qué dices?
— Ya no vivo en México. Me mudé a Montevideo dos semanas después de que terminamos. Renuncié a mi trabajo a los dos días de habernos dejado. Entendí perfectamente que no podía tolerar a nadie si no era contigo, Karla. Por fin terminé el libro que comencé a redactar en nuestro último aniversario.
— ¿Esto es una mala broma?
— No, te dije, solo te hablaba con el afán de escucharte y saber cómo te va, es lo más sincero que he hecho en estos dos meses. Así como decirte que no puedo contener las ganas de abrazarte y que me digas que todo estará bien.
— ¿Estás en Uruguay?
— Sí.
— No entiendo ¿Entonces para qué me marcas? ¿Para qué me pides ir por un café?
— Es sencillo, Karli, yo no pensaría tanto en ti si estuvieras conmigo, eso es un hecho. Pero estás tan lejana que las largas distancias agigantan tu recuerdo y poco a poco te he convertido en un dolor constante, en algo que no puedo definir con precisión. No tenía contemplado que aceptaras ir por ese café, solo quería tener en mi cabeza esa forma peculiar de hablar que tienes, que aún a pesar de los años o de la distancia, me sigue teniendo al borde de la felicidad. ¿Estás enojada?
— Estoy... ¿confundida?
— Tampoco sé cómo sentirme.
— No sé cuánto tiempo estés por allá, pero ven, vamos por ese café y hablemos. Anda.
— Por favor, no llores.
— Es que... ¿Cómo puede estar pasando todo esto?
— Ya te dije, Karli, cambiamos.
— Hay cosas que no cambian, nunca quise que lo nuestro lo hiciera.
— Debía suceder, supongo. Te amo y que de eso no te quede duda, te extraño como no tienes idea, pero no podríamos estar de nuevo juntos, eso también es una realidad.
— Deberías estar aquí para leerme un cuento de ese libro.
— Ya lo sé, por lo pronto debo colgar.
— ¿Mañana qué harás? ¿Puedo marcarte?
— No tengo celular, te marco desde el número de casa. No me lo sé.
— ¿Hay alguna otra forma de comunicarnos?
— Es probable, corazón.
— ¿Qué harás en la mañana?
— Iré a la cafetería que queda frente a la plaza de armas, leeré el periódico, iré al trabajo, y saliendo, a eso de las cuatro o cinco, pasaré al mercado a comprar un poco de pescado y verduras. Después a la casa a leer un poco y a seguir escribiendo.
— ¿Solo?
— Como hace dos meses
— Y después ¿Puedes llamarme después de que termines todo eso?
— No estoy seguro.
— ¿Qué harás?
— Dormir, Karli, dormir hasta el día siguiente o hasta que todo esto haya pasado.
1 comentario:
Esto me trajo recuerdos. También me buscaron después de un tiempo y avivaron mis ganas de volvernos a encontrar. Al final, hace 10 años que no hemos vuelto a vernos. No sé como ha sido para él, pero, para mí el dolor constante sigue aquí, y ya sea bueno o malo, se volvió una fuente de inspiración para escribir.
Publicar un comentario